Ciberseguridad
Revista Digital

Los 'deep fakes' entran en el juego político

Suponen una amenaza más poderosa que las 'fake news'. La corta historia de los vídeos falsos o manipulados ya empieza a tomar deriva política como un arma más de desinformación e influencia global.

deep fakes

 

Es un hecho: vivimos en la era de las fake news. Vaya por delante que la desinformación ha existido siempre, también como arma política, para influir en la población. Pero no podemos negar que, desde las elecciones de Estados Unidos celebradas en 2016, injerencias rusas mediante, ha vuelto a estallar un problema que azota a gobiernos, sociedad y, por supuesto, a la industria de la ciberseguridad y de las redes sociales, que tratan de poner freno al entorpecimiento de un derecho democrático contemplado en multitud de estados como es el de recibir contenidos verídicos y fiables. Pero la complejidad del asunto no termina aquí. Ahora ha saltado a la palestra una nueva forma de manipulación. Más sofisticada, más dañina y más difícil de detectar. Hablamos de las deep fakes, una evolución natural de estas noticias falsas. Pero, en este caso, la trampa se hace mediante vídeos. Superponer una cara, cambiar gestos o poner un discurso en boca de otro se está convirtiendo en la nueva arma de influencia política. Fernando Maldonado, analista principal de IDG Research, explica que su poder es mayor que el de un texto escrito ya que, además de dirigirse a una audiencia más grande todavía, el receptor está delante de la fuente original y no se pregunta quién ha grabado el vídeo o quién lo ha editado.

Su origen data de 2017, cuando un usuario de la comunidad Reddit, de nombre de usuario deepfake,  publicó un vídeo falso en la web. Después, se bautizó con este mismo término a los a las grabaciones pornográficas manipuladas en las que montaban las caras de actores y actrices de Hollywood para después viralizarlas y menoscabar su reputación. La popularidad de este uso más “prosaico”, tal y como lo denomina Maldonado, no ha tardado en extenderse al terreno político. Poco tiempo han tardado en descubrir los atacantes que cuesta lo mismo crear una alerta sobre un ataque inminente, destruir el matrimonio de alguien con un vídeo sexual falso o, como es el caso que nos ocupa, trastocar unas elecciones reñidas publicando material de uno de los candidatos pocos días antes de la votación. Y, aunque todavía hay pocos precedentes –se estima como un arma de futuro a corto o medio plazo– sí que encontramos ciertos casos significativos.

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