El año en que la gran cuenta fue atacada

Si hacemos una retrospectiva de lo que ha sido este año en cuanto a volumen y pericia de los ciberataques en todo el globo, podríamos ‘celebrar’ que estamos de récord. Pero el próximo año se superarán las cotas. Y el siguiente. Porque la tendencia, que diría Moisés Barrio, abogado experto en nuevas tecnologías, es que las incidencias se hayan duplicado al cierre de este ejercicio y que sigan aumentando nombres propios como ciberespionaje, ransomware, los ataques a infraestructuras críticas y redes sociales o la ingeniería social, entre un largo etcétera de métodos de los que se valen los ‘malos’ para perpetrar sus conquistas.  Si 2017 pasó a la historia (y a los medios de comunicación más relevantes del mundo) por los ilustres WannaCry y Petya, este será recordado como el año en que los más grandes mordieron el polvo.

Han sido tantos los gigantes caídos que sería difícil hacer un compendio de todos en estas líneas, porque en este grupo no solo incluimos a las empresas privadas sino también al sector público. Pero ha habido varios casos que marcarán un antes y un después por sus consecuencias, destaca el propio Barrio, que no solo se traducen en pérdidas económicas y en las responsabilidades penales y civiles que se están dilucidando, o en las graves consecuencias a su imagen pública o descrédito de la fiabilidad de sus sistemas, sino también en una creciente demanda social de mayor intervención en la atribución de responsabilidad social. Habla sin tapujos de la brecha que sufrió Facebook en septiembre y que afectó a los datos de más de 50 millones de usuarios a costa de la británica Cambridge Analytica. Se refiere, además, al ransomware que paralizó un gran número de sistemas municipales de la ciudad de Atlanta (Estados Unidos).